La capital de Israel, Jerusalén, es una de las ciudades más antiguas del mundo, con una historia de más de 5 milenios. Es el corazón de la Tierra Santa, ciudad sagrada para judíos, cristianos y musulmanes, las tres religiones más poderosas del mundo, pues allí se construyó el Templo de Salomón, y sucedió la crucifixión de Cristo y la ascensión de Muhammad. Lugar de peregrinaje, Jerusalén destaca por el cruce de culturas y el imponente patrimonio histórico que abarca el sello de romanos, otomanes, bizantinos y árabes, presente en el casco viejo, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Al cruzar las murallas otomanas que rodean la Antigua Ciudad de Jerusalén, cada sendero, cada piedra y cada muro te llevan a un pasado histórico. Al visitar Jerusalén el peso de la historia que desprenden los laberintos subterráneos del Barrio Judío, las murallas de la Torre de David o la Vía Dolorosa, trasmiten todo tipo de emociones al viajero.
Los viajes a Jerusalén se deben a la gran importancia que ha tenido esta ciudad tanto para el judaísmo como para el cristianismo. El Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro, la Mezquita de Al-Aqsa, la tumba del Rey David o el Cenáculo, entre otros, son lugares sagrados motivo por el que los peregrinos y visitantes deciden viajar a Jerusalén.
El turismo en Jerusalén se debe a su importancia religiosa, que inevitablemente ha acabado creando una ciudad multicultural que reúne monasterios etíopes, catedrales ortodoxas rusas e iglesias coptas, creando incluso barrios únicos como el Mea Shearim o el Barrio Armenio.
Para conocer Jerusalén y el ritmo diario de sus habitantes, sólo hace falta adentrarse en los zocos del Barrio Musulmán, una experiencia sensorial que te transporta al exótico mundo árabe, con las miles de alfombras y telas que allí se encuentran, así como la cantidad de restaurantes donde poder probar el famoso humus.