Equilibrio, simetría y agua
Despues de pasear entre salas, pasillos, cuartos y pequeños espacios nos encontramos con el primero de los grandes patios de la Alhambra.
Me ha pasado con esta visita una cosa muy curiosa, le tenía respeto, si, lo que oís, debido a que la Alhambra está tan fotografiada, todo el mundo te habla de ella, la ves por la tele, siempre hay algún especial, que pensé, (ingenua de mi), que cuando llegara a ella no me sorprendería tanto, o incluso que llegaría a defraudarme por tanta expectación creada. Y fue en este patio donde tuve esa sensación antes de entrar.
Os puedo asegurar que una vez traspasado el umbral, todas esas "tonterias" salieron de mi cabeza. Nada, nada, es comparable a la sensación de estar dentro de la Alhambra y a la sensación de ser tú el protagonista de esa visita ;-). Por mucho que os digan, por mucho que leaís, por mucho que os asuste, un lugar como este siempre os reconfortará!.
Entrar en el Patio de los Arrayanes te atrapa en primer lugar por el asombroso olor de las plantas que le da nombre, por lo tanto este primer impacto olfativo nadie te lo puede describir a través de una foto o de una guía. Después está el impacto visual, de líneas simétricas, de una acequia que hace de perfecto espejo, y entonces ya no sabes que es qué, o dónde está la división entre lo real y lo reflejado.
Es en estos momentos que imaginas personas disfrutando por este rincón, no turistas ávidos de fotos. La imaginación se desborda y empiezas a entender este lugar como una casa típica andaluza, con su fuente, con su patio freso, y solo te apetece estirar una alfombra, poner unos cojines y que alguien te ofrezca un delicioso té moruno para quedarte un buen rato a disfrutar de la estancia y de buena compañía ;-). Este es uno de los problemas de la Alhambra, que tu imaginación se dispara sin poder detenerla. Y qué más da?
En el patio disfrutamos de dos visiones arquitectónicas diferentes, por un lado la abrumadora e "inquietante" Torre de Comares y, por otra, del precioso pórtico de columnas que daba paso a las anteriores salas visitadas. Los laterales, de un blanco impoluto, servían de estancias para las mujeres, al igual que el patio que era el lugar de recreo de la familia.
No dejeís pasar los ricos artesonados y las laboriosas cenefas de mocárabes que podeís encontrar en los capiteles y columnas de la fachada enfrente de la Torre de Comares. Como siempre, toda una serie de inscripciones y poemas nos acompañan a lo largo de esta equilibrada y simétrica estancia.
Me encanta este pensamiento musulmán de la belleza en el interior, la ostentación no vive en la fachada o exterior, es necesario que te introduzcas y que conozcas el interior para saber donde esta la verdadera belleza. Sin dudarlo, en patios como este ;-)
Os aconsejo, si podeís, hacer la visita nocturna, porque el cambio de contrastes, de luces, de sensaciones, no tiene precio, y los reflejos en el aguan deben ser como un sueño!
