¡La pequeña ciudad parisina!
Bucarest, nuestro epicentro de entrada y salida de este corto viaje, tendré que volver, ya que me han quedado lugares que invitan a ser vistos.
Rumanía sigue siendo un país bastante desconocido, con las ventajas que ello proporciona la verdad.
Un país que ofrece bastante que visitar, relajante, por su vegetación y su gusto por las flores, su variedad de paisajes, en una gama de verdes primaverales mientras atraviesas los montes Cárpatos.
Culturalmente entre monasterios, iglesias maravillosas y pueblos de cuento y castillos en los que te sientes, una princesa, claro mientras lo recorres.
Pero tras su capital, que me sorprendió arquitectónica, dicen que esta inspirada en París, tal vez , salvando las distancias. Pero si que hay edificios muy bonitos, modernistas y con estilo neoclásico ha otros muchos les hace falta un buen retoque ya que la base la tienen.
Destacando la Plaza de la Revolución, la zona antigua con la Corte Vieja fundada por el famoso Vlad Tepes o la Iglesia del Patriarcal.
Seductores parques como Cismigiu con arboles añejos, espacios verdes que invitan a disfrutar dentro de la gran ciudad, son una maravilla.
Bucarest, la capital bulliciosa rumana despunta llena de vida, esa es la verdad con un futuro prometedor. Entre un pasado con toque de arquitectura fría y fea soviética y sus amplias avenidas llenas de museos, palacios y hermosas iglesias ortodoxas llenas de iconos o las iglesia medievales por el casco antiguo con calles aun empedradas.
Y como no podía ser de otra forma su gran icono, te deja con la boca abierta un buen rato, el impresionante Parlamento del que hablare mas adelante.
Una ruta, la nuestra centrada en la parte de Transilvanía, de la que os mostrare unas pinceladas, para abrir boca a ese otro viaje, con mas fundamento.


